





En la noche de ayer cuando bajó el sol, los campamentos cobraron vida. Siendo una tradición desde los primeros años, los miembros de tropas y legiones de una forma más o menos improvisada, inauguran sus campamentos de forma privada.
Esa noche se prueban las luces, los equipos de música, la instalación hostelera, se reparten los últimos elementos del vestuario, se dan instrucciones, algunos celebran asambleas, otros presentan a los nuevos, algunos incluso reparten la lotería de Navidad.
En realidad lo que pasa es que se está celebrando el fin del montaje de campamento, un montaje que tiene algo de mágico, puesto que a pesar del paso de los años y de estar cada vez mejor planificado, siempre surgen nuevos problemas, normativas o técnicos con criterios diferentes que crispan los nervios de los equipos de montaje, pero siempre, como un milagro que se repite cada año, los campamentos están terminados el jueves.
Ayer me di una vuelta por los campamentos y todos irradiaban optimismo, me detuve un momento en el de las Amazonas de Capadocia, donde se estaba desarrollando un emotivo acto, nombraban Amazona de Honor a Carmen Berrocal, una magnífica persona y mejor profesional que conocí por motivos de trabajo en la explanada de la antigua plaza de toros allá por los años 90. Desde aquellos días su nombre ha quedado ligado a un monumento que antes o después verá la luz gracias en parte al esfuerzo y dedicación de esta persona, el anfiteatro romano.
Mi más sincera enhorabuena a Carmen Berrocal por este galardón y a las Amazonas de Capadocia por saber elegir tan bien.
Tras el nombramiento y las fotos de rigor, las Amazonas presentaron su revista anual, con lo que concluyó el acto.
Seguí dando un paseo por el campamento hasta las doce, el buen ambiente y la ausencia de protocolos innecesarios reinaba por todo el recinto. Parece que se auguran unas buenas fiestas.
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